Carta a un Creyente homosexual.
Por: Dr. Daniel E. Dañeiluk
Hace ya bastante tiempo, recibí un e-mail en mi casilla personal, de un hombre que se presentó como un cristiano homosexual. Este hombre, a quien llamaré “Ricardo” escribía su mensaje que titulaba en el Asunto:
“Puedes ayudarme!!! Quieres ayudarme!!?”
“Hola, simplemente este es otro e-mail de un intento en buscar ayuda, quizá será otro mail sin respuesta pero me atrevo a enviártelo.
Daniel, necesito ayuda, hace once años conocí a Jesús, durante seis años me levanté, luché, intenté y lo hice en la manera como me fue posible, dejar que Dios me ayudara en mi conflicto homosexual. Mas luego poco a poco, la soledad, el no lograr que me atraiga una mujer, desearla; y las atracciones fuertes a personas de mi mismo sexo, inclusive hermanos, hacen de que decaiga.
Ahora yo continuo el camino, no he vuelto atrás, mas he tropezado ya algunas veces intentando acercarme a un hombre. Pero continúo abriendo mi corazón a líderes y pastores, para no dejar oculto el pecado, pero no logro en sí lo que anhelo: ser ya como los demás, un hombre capaz de amar a una mujer y verla como tal. Sirvo al Señor hace mucho tiempo, pero necesito ayuda ahora, por favor si puedes escribirme te agradezco hermano y amigo. Ricardo”.
Así que me dispuse a contestar su mensaje. Lo que sigue es lo que escribí:
Estimado “Ricardo”
Me alegra muchísimo que hayas podido llegar a conocer el camino del Señor, aunque por otra parte, lamento la lucha que confrontas, sabiendo que tal tarea resulta harto dificultosa.
Voy directo al punto.
La primera pregunta que cabe es la siguiente: ¿Has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador?
Por lo que comentas, descuento que lo has hecho, de otra manera no tendría caso lo que diré a continuación.
Así como el pecado se enseñoreó de la naturaleza humana, contigo ha afectado el área sexual.
Dios te ama, y el día que conociste al Señor hubo fiesta en el Cielo[1], así como hay fiesta cada vez que vences una tentación.
La Biblia prevé tu condición de manera contundente :“(...) ni los afeminados ni los homosexuales, ni los que se echan con varones heredarán el reino de Dios –pero sigue- (...) Y esto érais algunos; más ya habéis sido santificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”[2],
Entonces, si has aceptado a Cristo como tu Salvador, tu alma ha sido justificada de una vez y para siempre.
Pero tu planteas que, a pesar de haber entregado tu vida a Cristo, aún tienes tu homosexualidad vigente e indómita.
Querido amigo, la sangre de Jesucristo te justificó y salvó tu alma, pero eso no significa que con eso está todo hecho, tal cual un pase mágico.
Tu eres preso de uno de los pecados más terribles que existen pues, si me permites esta expresión, tu propia naturaleza ha sido “mutada”. De tal manera es así, que, a priori, con tu fuerza humana no tienes ninguna posibilidad de prevalecer en la lucha contra lo que te marca tu propia humanidad.
Entonces, eres un homosexual perdonado por Cristo. Ahora es tu deber NO pecar más, porque de persistir pisotearías la sangre del que pagó por tu vida.
Ahora, presta atención a lo que dice Pablo a los Romanos[3]:
“Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el Espíritu vive a causa de la justicia (entiéndase “justificación”).
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”.
Te ruego que prestes atención a estos versículos[4]:
“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (apetito desordenado de placeres deshonestos)
“Hablo como humano, por vuestra humana debilidad, que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros cuerpos para servir a la justicia”.
Entonces mi amigo, el deber de Jesucristo fue cumplido: Justificar tu pecado. Pero el vivir una vida en Santidad, sin pecar más es una decisión que te compete a ti. Tu tienes la responsabilidad de hacerlo y debes tener la decisión de hacerlo.
¿Alguna vez has tenido hambre? Seguro que sí. Es una pulsión básica del ser humano. Mas no por ello, manoteaste el sándwich de un ocasional transeúnte para satisfacerte. Más bien esperaste por el momento adecuado para comer. Tu pulsión te decía “Tienes hambre, debes comer, anda y quítale el sándwich al fulano”. Pero como no eres un animal, sino un hombre dotado de voluntad y libre albedrío, controlaste esa pulsión según tu mente superior lo ordenó.
De la misma manera, todos los hombres, tenemos apetito sexual, más a diferencia de los animales, podemos elegir cuando donde y con quien tener sexo. ¿Acaso piensas que tu atracción por los hombres es mayor que la de un hombre heterosexual y cristiano siente por una mujer bonita?
Quizá sí, quizás no. Pero el hombre inteligente sabe y debe controlar sus pulsiones.
Querido amigo. Nadie más que tu tiene que tomar la decisión, cueste lo que cueste, aún sabiendo que Satanás vendrá a tentarte. Solo tu eres responsable. Dios te ha dotado de la capacidad para controlar tus impulsos y decidir sobre tus actos.
Si te dejas llevar por tus impulsos, viciados por la naturaleza pecaminosa "que viene de fábrica", te alejarás de la semejanza de Dios (inteligente, razonable, libre, decidida) y te parecerás más a la naturaleza animal que todos tenemos.
Pero mira esto: Hasta ahora, pareciera que toda la carga cae en ti y solo en ti, Y en realidad es así. Pero la buena noticia es que Dios nos ha provisto de un ayudador, una voz de alerta, que no es nada más y nada menos que el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es la parte de la naturaleza divina que se enclava en el espíritu del hombre que ha conocido a Dios.
Hay ocasiones en que por nuestras fuerzas no podemos enfrentar alguna situación, por ejemplo, y tal es tu caso, controlar las pulsiones homosexuales. Si tu corazón es puro y sincero, y tienes la decisión de luchar hasta el final, cueste lo que cueste, puedes contar con la intervención del Espíritu santo que está dispuesto a ayudarte.
Mira lo que dice la Biblia[5]: “ Y de igual manera el Espíritu (Santo) nos ayuda en nuestra debilidad; pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles (...) Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
Estimado Ricardo, estás en una lucha difícil y desigual, porque peleas contra ti mismo, contra tu propio gusto. Y no existe lucha más brava que esta.
Termino este mensaje con un saludo cordial, fraterno y pleno de buenos deseos: “Y la Paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará tu corazón y tu pensamiento en Cristo Jesús. Por lo demás, hermano, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, piensa en esto”[6]
En el Señor.
Desde Buenos Aires, Argentina. Daniel
Referencias:
[1] Lucas 17:7
[2] 1ª Corintios 6:9-11
[3] Romanos 8:9-13
[4] Romanos 6:12 y 19
[5] Romanos 8:26 y 37
[6] Filipenses 4:7-8Aún no recibí respuesta de “Ricardo”. Pero espero que si leyó el mensaje, éste haya sido de utilidad para su vida, así como deseo que pueda ser de utilidad para otros que pudieran estar pasando por una situación similar.
¡Dios te Bendiga!
“Puedes ayudarme!!! Quieres ayudarme!!?”
“Hola, simplemente este es otro e-mail de un intento en buscar ayuda, quizá será otro mail sin respuesta pero me atrevo a enviártelo.
Daniel, necesito ayuda, hace once años conocí a Jesús, durante seis años me levanté, luché, intenté y lo hice en la manera como me fue posible, dejar que Dios me ayudara en mi conflicto homosexual. Mas luego poco a poco, la soledad, el no lograr que me atraiga una mujer, desearla; y las atracciones fuertes a personas de mi mismo sexo, inclusive hermanos, hacen de que decaiga.
Ahora yo continuo el camino, no he vuelto atrás, mas he tropezado ya algunas veces intentando acercarme a un hombre. Pero continúo abriendo mi corazón a líderes y pastores, para no dejar oculto el pecado, pero no logro en sí lo que anhelo: ser ya como los demás, un hombre capaz de amar a una mujer y verla como tal. Sirvo al Señor hace mucho tiempo, pero necesito ayuda ahora, por favor si puedes escribirme te agradezco hermano y amigo. Ricardo”.
Así que me dispuse a contestar su mensaje. Lo que sigue es lo que escribí:
Estimado “Ricardo”
Me alegra muchísimo que hayas podido llegar a conocer el camino del Señor, aunque por otra parte, lamento la lucha que confrontas, sabiendo que tal tarea resulta harto dificultosa.
Voy directo al punto.
La primera pregunta que cabe es la siguiente: ¿Has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador?
Por lo que comentas, descuento que lo has hecho, de otra manera no tendría caso lo que diré a continuación.
Así como el pecado se enseñoreó de la naturaleza humana, contigo ha afectado el área sexual.
Dios te ama, y el día que conociste al Señor hubo fiesta en el Cielo[1], así como hay fiesta cada vez que vences una tentación.
La Biblia prevé tu condición de manera contundente :“(...) ni los afeminados ni los homosexuales, ni los que se echan con varones heredarán el reino de Dios –pero sigue- (...) Y esto érais algunos; más ya habéis sido santificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”[2],
Entonces, si has aceptado a Cristo como tu Salvador, tu alma ha sido justificada de una vez y para siempre.
Pero tu planteas que, a pesar de haber entregado tu vida a Cristo, aún tienes tu homosexualidad vigente e indómita.
Querido amigo, la sangre de Jesucristo te justificó y salvó tu alma, pero eso no significa que con eso está todo hecho, tal cual un pase mágico.
Tu eres preso de uno de los pecados más terribles que existen pues, si me permites esta expresión, tu propia naturaleza ha sido “mutada”. De tal manera es así, que, a priori, con tu fuerza humana no tienes ninguna posibilidad de prevalecer en la lucha contra lo que te marca tu propia humanidad.
Entonces, eres un homosexual perdonado por Cristo. Ahora es tu deber NO pecar más, porque de persistir pisotearías la sangre del que pagó por tu vida.
Ahora, presta atención a lo que dice Pablo a los Romanos[3]:
“Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el Espíritu vive a causa de la justicia (entiéndase “justificación”).
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”.
Te ruego que prestes atención a estos versículos[4]:
“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (apetito desordenado de placeres deshonestos)
“Hablo como humano, por vuestra humana debilidad, que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros cuerpos para servir a la justicia”.
Entonces mi amigo, el deber de Jesucristo fue cumplido: Justificar tu pecado. Pero el vivir una vida en Santidad, sin pecar más es una decisión que te compete a ti. Tu tienes la responsabilidad de hacerlo y debes tener la decisión de hacerlo.
¿Alguna vez has tenido hambre? Seguro que sí. Es una pulsión básica del ser humano. Mas no por ello, manoteaste el sándwich de un ocasional transeúnte para satisfacerte. Más bien esperaste por el momento adecuado para comer. Tu pulsión te decía “Tienes hambre, debes comer, anda y quítale el sándwich al fulano”. Pero como no eres un animal, sino un hombre dotado de voluntad y libre albedrío, controlaste esa pulsión según tu mente superior lo ordenó.
De la misma manera, todos los hombres, tenemos apetito sexual, más a diferencia de los animales, podemos elegir cuando donde y con quien tener sexo. ¿Acaso piensas que tu atracción por los hombres es mayor que la de un hombre heterosexual y cristiano siente por una mujer bonita?
Quizá sí, quizás no. Pero el hombre inteligente sabe y debe controlar sus pulsiones.
Querido amigo. Nadie más que tu tiene que tomar la decisión, cueste lo que cueste, aún sabiendo que Satanás vendrá a tentarte. Solo tu eres responsable. Dios te ha dotado de la capacidad para controlar tus impulsos y decidir sobre tus actos.
Si te dejas llevar por tus impulsos, viciados por la naturaleza pecaminosa "que viene de fábrica", te alejarás de la semejanza de Dios (inteligente, razonable, libre, decidida) y te parecerás más a la naturaleza animal que todos tenemos.
Pero mira esto: Hasta ahora, pareciera que toda la carga cae en ti y solo en ti, Y en realidad es así. Pero la buena noticia es que Dios nos ha provisto de un ayudador, una voz de alerta, que no es nada más y nada menos que el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es la parte de la naturaleza divina que se enclava en el espíritu del hombre que ha conocido a Dios.
Hay ocasiones en que por nuestras fuerzas no podemos enfrentar alguna situación, por ejemplo, y tal es tu caso, controlar las pulsiones homosexuales. Si tu corazón es puro y sincero, y tienes la decisión de luchar hasta el final, cueste lo que cueste, puedes contar con la intervención del Espíritu santo que está dispuesto a ayudarte.
Mira lo que dice la Biblia[5]: “ Y de igual manera el Espíritu (Santo) nos ayuda en nuestra debilidad; pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles (...) Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
Estimado Ricardo, estás en una lucha difícil y desigual, porque peleas contra ti mismo, contra tu propio gusto. Y no existe lucha más brava que esta.
Termino este mensaje con un saludo cordial, fraterno y pleno de buenos deseos: “Y la Paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará tu corazón y tu pensamiento en Cristo Jesús. Por lo demás, hermano, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, piensa en esto”[6]
En el Señor.
Desde Buenos Aires, Argentina. Daniel
Referencias:
[1] Lucas 17:7
[2] 1ª Corintios 6:9-11
[3] Romanos 8:9-13
[4] Romanos 6:12 y 19
[5] Romanos 8:26 y 37
[6] Filipenses 4:7-8Aún no recibí respuesta de “Ricardo”. Pero espero que si leyó el mensaje, éste haya sido de utilidad para su vida, así como deseo que pueda ser de utilidad para otros que pudieran estar pasando por una situación similar.
¡Dios te Bendiga!
Tomado de AQUÍ
No hay comentarios:
Publicar un comentario