jueves, 28 de octubre de 2010

¿Irán automáticamente al cielo los bebes, y otros que han sido incapaces de profesar fe en Cristo?


Por: John MacArthur
La gente se pregunta muy seguido sobre el destino de los niños por nacer, los bebes, y aquellos que no son capaces de intelectualmente comprender el evangelio. Esa pregunta es difícil. Desafortunadamente, la Biblia no nos ofrece una respuesta explicita. Sin embargo, podemos desarrollar una buena idea de cómo Él trabaja en estas situaciones basado en varios pasajes, y también al tener un entendimiento del carácter de Dios y sus tratos con los hombres.

Segunda de Samuel 12:23 es uno de los pasajes más citado para implicar que los bebes van al cielo. Aunque el versículo no lo dice explícitamente, David claramente esperaba un día reunirse con su hijo fallecido. Como sabemos, David era un creyente que claramente esperaba reunirse algún día con el hijo que había partido. Podemos inferir que su esperanza de reunirse, quiere decir que esperaba que su hijo estuviera en el cielo. Así, 2 Samuel 12:23 sugiere como buena evidencia un destino celestial para un niño por nacer y los niños que fallecen de una temprana edad.


Si esto fuera lo único que tuviéramos para apoyar nuestra posición, no estaríamos firmes. Sin embargo, hay otras evidencias que nos apuntan a esta misma conclusión. Primeramente, la Biblia claramente enseña que Dios cuida mucho a sus hijos. Pasajes como Mateo 18:1-6 y 19:13-15 afirman el amor del Señor para con ellos. Esos versículos no dicen nada de niños yendo al cielo, pero sí muestran el corazón de Dios para con los niños. Él los creo y cuida de ellos, y más que eso, Él siempre logra su perfecta voluntad en cada circunstancia.

El salmista nos recuerda que Dios es “misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Sal. 86:15). Él es el Dios que vino en carne para llevar nuestros pecados por su muerte en la cruz (2 Cor. 5:21). Él es el Dios que consolará a todo cristiano en el cielo, pues “Él enjugará toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor” (Apo. 21:4). Podemos estar seguros que Dios hará lo que es correcto y amoroso porque Él es el estándar de la justicia y el amor. Solamente con esas consideraciones tenemos suficiente evidencia del amor particular de Dios mostrado a los niños por nacer y los que mueren a una pronta edad.

Sin embargo, hay otro punto que pudiera ayudar en contestar esta pregunta. Mientras los infantes y niños no tienen un sentido de su pecado personal ni de la necesidad de la salvación de sus almas ni han puesto su fe en Cristo, las Escrituras enseñan que la condenación es basada en el claro rechazo de la revelación de Dios – general o especifica – no de una simple ignorancia (Luc. 10:16; Juan 12:48; 1 Tes. 4:8).

¿Podemos decir con seguridad que los niños han comprendido la verdad mostrada por la revelación general de Dios y que “no tienen excusa” (Ro. 1:18-20)? Ellos serán juzgados de acuerdo a la luz que recibieron. La Escritura es clara en decir que niños y aquellos por nacer engendran el pecado original – incluyendo la propensión a pecar como la inherente culpabilidad del pecado original. ¿Pero puede ser que la expiación de Cristo de alguna manera sí pago por la culpa de estos niños desamparados? Sí, y por lo tanto es una asunción creíble, que un niño que muere a temprana edad no pudo haber hecho una decisión consciente y voluntaria para rechazar a Jesucristo, y será llevado a estar con el Señor.

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