Por: John MacArthur:
Las Escrituras no explican nada sobre la conciencia del cristiano después de la muerte. Segunda Corintios 5:1-3, nos dice que seremos vestidos con nuestra habitación celestial, que nos librará de nuestra carga de mortalidad. Versículo 8, nos provee de una perspectiva celestial: “Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.”
Lucas 16 cuenta del hombre rico que ruega que alguien vaya con su familia para advertirles de su castigo venidero. Sin embargo, su pedido fue basado en la recolección de la falta de vida espiritual en su familia, y no necesariamente en observar eventos terrenales después de haber muerto.
Asimismo, 1 Samuel 28, describe una ocasión inusual en la cual alguien regresa de la muerte para responderle a alguien aun vivo. Dios permitió que Samuel se comunicara con Saúl, aunque Saúl hizo mal en haber buscado ayuda de una bruja. Las Escrituras prohíben esa práctica (Deut. 18:10-12). La respuesta de Samuel no describe sus condiciones actuales; son basadas en un mensaje que él aparentemente recibió de Dios que Saúl e Israel serían derrotados (1 Sa. 28:15-19). Algunos enseñan que nuestros seres queridos cristianos que han muerto nos pueden ver desde el cielo. Ellos frecuentemente citan Hebreos 12:1, que dice: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.”
Ellos interpretan eso para decir que nuestros seres queridos que han muerto, nos ven como espectadores en un estadio, viendo cada movimiento y animándonos a seguir. Mientras se oye reconfortante, no creemos que la Biblia realmente enseñe eso.
Los testigos en ese versículo no son nuestros seres queridos, pero los fieles santos en Hebreos 11, quienes vivieron vidas victoriosas porque confiaron en Dios. Estos santos son nuestros testigos porque sus vidas testifican al valor de confiar en Dios, no importan las pruebas que enfrentemos. Ellos son testigos activos, quienes nos hablan por medio de su ejemplo; no testigos pasivos quienes nos ven con sus ojos.
Consecuentemente, cuando entendemos Hebreos 12:1 en su contexto, vemos que no apoya la idea de que nuestros seres queridos nos están viendo desde el cielo. Nuestro consuelo no viene al saber que nos están viendo, sino que ellos pueden ver a Jesús y un día nosotros le veremos con ellos también – y nunca seremos separados otra vez.
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